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Status, lo stato y Estado

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Status, lo stato y Estado

El problema etimológico en torno al concepto Estado

Alejandro Perdomo
Dec 28, 2021
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El uso del concepto Estado a lo largo de la historia ha servido para estudiar todos los fenómenos políticos, o las formas políticas preestatales, y englobar así múltiples realidades que aunque conexas, atienden a principios y situaciones distintas. La práctica, digamos, «ilustrada» está atrapada a su vez en el interés por el fenómeno griego o más concretamente, ateniense

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; por el cual el estudio de los clásicos y el helenismo lleva a circunscribir fenómenos modernos desde los ya acontecidos en la antigüedad clásica grecorromana
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El concepto «Estado» tiene su raíz en otros vocablos, como ya es sabido y aquí, en este caso, puede verse una evolución lingüística pero también política que ha cambiado el curso de los acontecimientos y que desde el punto de vista teórico, ha acabado imponiéndose. Por ejemplo, se ha llegado a pensar que lo que planteaba Maquiavelo en su obra Il Principe era la construcción de un Estado o que los ejemplos de principados eran, necesariamente, Estados. Como ya ha señalado d’Ors, «”Estado” viene de status, pero esta palabra latina significa “seguridad”; también tiene sentido cuando se habla de “status rei publicae”, la “seguridad de la república”, aunque hoy se traduzca indebidamente res publica como Estado y no como forma de gobierno no-monárquica». Siguiendo esta idea, también sugiere: «se piensa, a veces, que “lo stato” de Maquiavelo tiene precisamente de “Estado”, pero aquel término puede entenderse todavía en el sentido latino de “seguridad (del Príncipe)”»

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De acuerdo a Bobbio, la palabra fue difundida por el prestigio de la obra de Maquiavelo pero la palabra [Estado], en realidad, no tenía origen en él: «minuciosas y amplias investigaciones sobre el uso de “Estado” en el lenguaje de los siglos XV y XVI muestran que el paso del significado común del término status de “situación” a “Estado” en el sentido moderno de la palabra ya se había dado mediante el aislamiento del primer término en la expresión clásica status rei republicae». Los términos tradicionales fueron sustituyéndose por el término Estado, tal como dice Bobbio: «con el autor de El Príncipe el término “Estado” sustituyó paulatinamente […] los términos tradicionales con los que había sido designada la máxima organización de un grupo de individuos sobre un territorio en virtud de un poder de mando: civitas que traducía el griego πόλις, y res publica, con lo que los escritores romanos designaban al conjunto de instituciones políticas de Roma, precisamente de la civitas».

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A propósito del embrollo lingüístico y su influencia en el contexto alemán, reconoce Schmitt: «no pretendo negar que la palabra “Estado” ya fue intro­ducida por Maquiavelo en el vocabulario político de los pueblos de Europa. Asimismo, las múltiples acepciones del término status y, en lo que se refiere al origen del vocablo alemán, también reminiscencias espaciales como Stadt [ciu­dad] y Staíte [lugar, paraje] desempeñaron seguramente al­gún papel». Ahora bien, «ni el pequeño mundo renacentista de las ciudades italianas regidas por tiranos ni un Castruccio Castracani y tampoco César Borjia fueron capaces de imponer un nuevo concepto europeo de medida y orden. Y los posteriores pequeños y medianos Estados alemanes de los siglos XVII y XVIII fueron lanzados como simples pesas —a consecuencia ya del concepto de soberanía impuesto por Francia— al gran juego de la política de equilibrio europea».

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A pesar de que estas ciudades italianas no tienen la fuerza para imponer un nuevo concepto europeo de medida y orden, como señala Schmitt, tienen una noción territorialista que será esencial para germinar la semilla del Estado moderno. Hermann Heller dice que aunque «los modemos Estados territoriales fueron desconocidos en la Antigiiedad y en la Edad Media», una organización comparable podía desarrollarse en las ciudades por su grado máximo de desarrollo, trabajo e intercambio. Aquí se refiere a las ciudades-repúblicas del norte de Italia.

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San Agustín para pontificar sobre formas políticas, normalmente acudía a palabras como res publica, civitas o regnum y sus definiciones, por lo general, no variaban. Inferimos que, en este sentido, Agustín está refiriéndose a formas de gobierno, a formas políticas pero no así a Estados. Lo mismo aplicaría para Santo Tomás y, en general, toda la literatura política medieval.

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No sorprendería la ambigüedad de un término como res publica, que más que indicar una forma política concreta; indica una constitución política, una forma genérica. Así, por ejemplo, se verá a Juan de Mariana utilizar la palabra república para hacer alusion al Reino.

Refiriéndose a las tesis de discontinuidad, sugiere Bobbio: «la realidad del Estado precisamente moderno que debe considerarse como una forma de ordenamiento tan diferente de los ordenamientos anteriores que ya no puede ser llamado con los nombres antiguos […] sería oportuno hablar de “Estado” únicamente para las formaciones políticas que nacen de la crisis de la sociedad medieval, y no para los ordenamientos anteriores». Según esta idea, «el término “Estado” debería usarse con cuidado para las organizaciones políticas que existieron antes del ordenamiento que de hecho fue llamado por primera vez “Estado”».

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Schmitt llegó a una conclusión parecida: «el Estado es para Max Weber una realización específica y un componente del racionalismo occidental y ya por esta razón el término no debe emplearse para designar a las organizaciones dominadoras de otras culturas y épocas».
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Por tanto, es inexacto apelar al término Estado para describir sociedades que anteceden a la moderna época estatal. Hay que admitir, siguiendo el planteamiento de que la πόλις y la filosofía política griega es esencial para la teoría estatal moderna, que sin embargo es inconcebible el modelo político estatal sin mirar a la sociedad ateniense por la idea territorialista ya practicada en aquellas sociedades y sus sucesoras, por mencionar a la βασιλεύς alejandrina, o la de sus sucesores; los διάδοχοι. De aquí a que Álvaro d’Ors sugiera que «estos nuevos territorios de la época helenística [refiriéndose a la Basilea, superadora de la polis pero anclada a la misma noción territorialista] constituyen la realidad histórica más próxima al moderno Estado». No obstante, d’Ors tiene claro que es inapropiado y un contrasentido apelar a un Estado anterior al moderno, razón por la que sugiere que «resulta inadmisible hablar, por ejemplo, de “Estado faraónico”, “Estado visigótico”, “Estado veneciano”, etc.» pero que claro, «resulta menos infundada cuando se habla del “Estado-ciudad” de los griegos o de cuando se habla de los “Estados helenísticos”» ya que «la teoría estatal moderna deriva de Grecia, y no es pura casualidad que se haya elegido precisamente la palabra “política” para designar al conjunto de realidades relacionadas con el “Estado”».

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La difusión de un vocablo latino, y su progresiva europeización, lleva a que también realidades lejanas a Europa, pero donde evidentemente había formas políticas, se vean circunscritas por el fenómeno moderno del Estado como forma de análisis. En palabras de Bandieri, «el Estado es una falsa idea clara». Tenemos de ejemplo el que el vocablo Estado resulte un extranjerismo en el territorio asiático, de manera que en el caso de Israel, Medinát Israel es traducido como Estado de Israel aún cuando mediná, de raíz din y probable origen arameo, está más asociado a los vocablos religión y ley. Otro caso interesante, en cuanto al vocablo Mediná, viene de la obra de los traductores árabes estudiosos de la obra de los clásicos griegos, Aristóteles por ejemplo, y su homologación con polis (πόλις), entendiéndola como ciudad. Por el contrario, Estado tiene relación con el verbo «estar», de donde se puede hacer asociación con otras palabras como «estatua», «estamento», «estatuto», etc. Estado está asociado a lo fijo, a lo estático, a lo estable. De ahí a que d’Ors sea fiel a la terminología y hable de un estable cimiento soberano. Dentro de su raíz griega στοά, es evidente que no había ninguna concepción política. La evolución del término le va dando connotación política, sin necesariamente referirse todavía a la realidad estatal

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La universalización del concepto puede resumirse en este pasaje de Carl Schmitt: «hasta qué extremo el concepto de Estado se ha convertido para Europa en omnímoda idea ordinal se manifiesta, finalmente, en el hecho de que fuera posible convertirlo en el siglo XIX en concepto genérico aplicable a todos los tiempos y pue­blos y en la concepción del orden político por antonomasia de la historia universal».

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Idea que puede vincularse al paradigma positivista en el terreno jurídico y legal, realidad del siglo XIX, la del Estado positivista, que termina extrapolándose a toda la historia anterior.
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Según Passerin d’Entreves, que es útil para complementar los planteamientos anteriores, «todos los filólogos coinciden en que el origen remoto de la palabra “Estado” es la palabra latina status, una palabra neutra que significa condición o forma de existencia». Como demuestra el autor, se verá a lo largo de mucha literatura medieval el uso del término status con múltiples connotaciones o significados, incluso para denotar prosperidad, orden, solidez o bienestar en una comunidad política particular. El ejemplo más citado es el del emperador Justiniano, «statum reipublicae sustentamus».

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La recepción del vocablo «Estado» es todavía más complicado en otros países. Puede reflejarse en la obra de Jean Bodin, o Bodino en nuestro idioma; aquella que titula Los seis libros de la república. El fenómeno político allí no es el Estado, ni état se entiende por Estado sino que es fiel a la palabra status, una forma de decir orden o estabilidad. En Francia será más común el término república, de res publica, como en gran parte del continente europeo; así, incluso en Hobbes, se verá el uso de civitas o commonwealth o incluso en Locke, quien se niega a renunciar a la palabra commonwealth, oscurecida por Cromwell. Como ya indicó Maitland sobre la palabra Estado: «tardó en encontrar un lugar en los libros de derecho ingleses».

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De acuerdo a Dalmacio Negro, «la ambigüedad en el uso de la palabra Estado tiene mucho que ver con la falta de estudios sistemáticos sobre la historia de las formas estatales. El Estado es sólo una forma de gobierno —más tarde la forma política e histórica-política específica de Europa—, desde finales del siglo XV» y, otra vez remitiéndonos al ilustre jurista Carl Schmitt, dice «a pesar del famoso artículo de Carl Schmitt [Dalmacio Negro se refiere a «El Estado como concepto concreto vinculado a una época histórica»] mostrando que la estatalidad pertenece a la concreta época moderna-contemporánea de la historia europea, tanto la palabra Estado como su concepto se siguen aplicando unívocamente y, por ende, ambiguamente, como la forma de lo Político.».

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Para culminar, es pertinente este elocuente pasaje de Schmitt donde advierte de usar el Estado como criterio de generalización política en la historia: «el “Esta­do” no es un concepto general aplicable a todos los pueblos y tiempos. Antes bien, se trata de un concepto histórico concreto vinculado a una época determinada; fue un error, por no decir una mistificación, proyectar, mediante el uso del término “Estado”, el ideario típico de la época estatal sobre otros tiempos y situaciones». No cabe duda de que el mayor crimen del positivismo jurídico ha sido oscurecer el análisis histórico en torno a las formas políticas y que, en ocasiones, roza lo ridículo. No hay mayor ejemplo que este: «en el siglo XIX surgió el hábito de hablar con la mayor naturalidad del “Estado” de los atenienses y romanos y del “Esta­do” de la Edad Media y de los aztecas. Los errores a que ello dio lugar fueron peores que hablar del Estado de las abejas u hormigas».

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«La teoría política griega sirvió de base a la que los modernos establecieron del moderno “Estado” […] aunque el término mismo de “Estado” había sido inventado ya por el italiano Maquiavelo (1469-1527) sobre la palabra latina status que significaba “situación estable” (status re publicae: “estabilidad de la república”)». d’Ors. (1979). Ensayos de teoría política. Barañain-Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, S.A., p. 29.

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«La relación de la “Política” con el “Estado” proviene de que la polis griega fue la forma histórica que presenta un modelo en cierto modo precedente del “Estado” moderno». d’Ors, A. (1999). Nueva introducción al estudio del derecho Madrid: Civitas Ediciones, S.L., p. 143.

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d’Ors, A. (1999). Nueva introducción al estudio del derecho Madrid: Civitas Ediciones, S.L., p. 144.

4

Bobbio, N. (1996). Estado, gobierno y sociedad. México, D.F: Fondo de Cultura Económica, pp. 86-87.

5

Schmitt, C. (1998). El Estado como concepto concreto vinculado a una época histórica. Veintiuno, Nº 39, pág. 67, ISSN 1131-7736, p. 72.

6

Heller, H. (1971). Teoría del Estado. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 220.

7

Passerin d’Entreves, A. (1969). The Notion of the State: An Introduction to Political Theory. Oxford: Oxford University Press, p. 29.

8

Bobbio, N. (1996). Estado, gobierno y sociedad. México, D.F: Fondo de Cultura Económica, pp. 89-90.

9

Schmitt, C. (1998). El Estado como concepto concreto vinculado a una época histórica. Veintiuno, Nº 39, pág. 67, ISSN 1131-7736, p. 80.

10

d’Ors. (1979). Ensayos de teoría política. Barañain-Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, S.A., p. 62.

11

Bandieri, L. (2007). Patria, nación, estado "et de quibusdam aliis". Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas [en linea]. 2007, 37(106), 13-53[fecha de Consulta 27 de Diciembre de 2021]. ISSN: 0120-3886. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=151413530002

12

Schmitt, C. (1998). El Estado como concepto concreto vinculado a una época histórica. Veintiuno, Nº 39, pág. 67, ISSN 1131-7736, p. 70.

13

Schmitt, C. (2008). El Leviatán en la doctrina del Estado de Thomas Hobbes. México D.F.: Distribuciones Fontamara, S.A., pp. 109-110.

14

Passerin d’Entreves, A. (1969). The Notion of the State: An Introduction to Political Theory. Oxford: Oxford University Press, p. 30.

15

Passerin d’Entreves, A. (1969). The Notion of the State: An Introduction to Political Theory. Oxford: Oxford University Press, p. 32.

16

Negro Pavón, D. (2010). Historia de las formas de Estado: una introducción. Madrid: El Buey Mudo.

17

Schmitt, C. (1998). El Estado como concepto concreto vinculado a una época histórica. Veintiuno, Nº 39, pág. 67, ISSN 1131-7736, p. 79.

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